La historiadora y docente de la Universidad Nacional de Mar del Plata, Elisa Pastoriza, caracterizó como “único en el mundo” el rol que tuvieron los gremios argentinos en la aparición y multiplicación durante las décadas del ’60 y ’70 de la “hotelería sindical”, y con ella el turismo por parte de cientos de miles de trabajadores al año, en la consolidación de “La Feliz” como destino vacacional.
“La hotelería sindical es un proceso muy interesante en sí mismo porque es casi único en el mundo. Para nosotros, puede resultar natural, pero no es un proceso que podamos encontrar en otros balnearios o en otros países”, agregó durante la entrevista con Télam.
Pastoriza señaló que los “cinco o seis hoteles” sindicales que había en “La Feliz” hacia mediados de la década de 1950 se extienden en número “fundamentalmente en la segunda mitad de 1960 con las facilidades que le da el gobierno (de facto) de (Juan Carlos) Onganía a la dirigencia sindical, con la concesión (tras el Cordobazo) de la Ley de Obras Sociales, que hizo que los gremios tuviesen una mayor entrada de fondos y (…) entonces puedan ocuparse de cuestiones vinculadas al turismo”.
Télam (T): ¿Cómo impactó eso en Mar del Plata?
Elisa Pastoriza (EP): Se masifica el ingreso de turistas trabajadores, que había comenzado durante el primer peronismo.
T: ¿Qué características reviste ese destino turístico que ya es policlasista?
EP: Hay una convivencia, y eso es lo interesante de la historia de Mar del Plata, con Playa Grande, que tiene la mayor congregación de élite, y Playa Bristol, que es la más popular. También hay una extensión hacia el sur, que se va a continuar cuando se arma el Complejo de Punta Mogotes en los ’70.
Por supuesto, hay un cambio de las prácticas balnearias, se extienden los barcitos, lugares donde se concurre a socializar por las tardes. Aparecen con fuerza la oferta de nocturnidad: boliches, boites, teatros, cines, salones de juego. El apogeo es en los ’60.
A fines de esa década y principios de los ’70, se da la deserción de los sectores altos, que comienzan a mirar otros balnearios, fundamentalmente Punta del Este (Uruguay). Y hay un desplazamiento de la juventud hacia nuevos destinos, como Villa Gesell.
Antes y durante esa convivencia se da en el marco de la transformación edilicia de Mar del Plata a partir de la sanción de la Ley de Propiedad Horizontal, por la cual aquellas mansiones son reemplazadas por edificios. Si bien el frente costero diseñado por los conservadores permanece, el proceso de urbanización incluye la intención de “alcanzar los cielos”, como decían las propagandas en ese momento. Cambia por ejemplo el perfil de la Avenida Colón, que estaba llena de mansiones sobre todo en la loma de Stella Maris.
Mientras tal refundación acontece, indica Pastoriza, las playas marplatenses consolidan una actividad por parte de sus visitantes: el bronceado. “Se convierte en algo diferenciador porque uno de los modos de decir que se había estado de vacaciones en Mar de Plata u otro lugar de mar era estar bronceado”, dice la directora de la colección “Mar del Plata, entre el Mar y la Pampa”, de la Editorial de la Universidad Nacional de Mar del Plata (Eudem).