En un reciente discurso en la Fundación Mediterránea, el presidente Javier Milei no escatimó en polémicas al acusar a Raúl Alfonsín de haber impulsado un golpe de Estado contra el gobierno de Fernando De la Rúa en 2001, junto a Eduardo Duhalde. Esta declaración, lejos de pasar desapercibida, generó una ola de indignación en las redes sociales y revivió viejas rencillas políticas.
Milei, quien ha hecho del ajuste y la política económica su bandera, enfatizó que al asumir en diciembre de 2023, se encontró con “indicadores sociales peores que los de diciembre de 2001, antes de la caída de la convertibilidad y el golpe de Estado impulsado por Duhalde y Alfonsín”. Al desafiar el legado de Alfonsín, el mandatario sentenció: “Paradójicamente, lo muestran como el padre de la democracia, siendo que fue partidario de un golpe de Estado”.
El presidente, en un intento por deslegitimar la figura del ex presidente radical, continuó diciendo que “evidentemente, especificarle la deuda a Clarín lo hizo parecer un héroe”. Sin embargo, su retórica ha sido cuestionada, especialmente al contrastar los datos sobre la pobreza en Argentina. Según cifras oficiales, la pobreza alcanzaba el 46% a finales de 2001; en cambio, a finales de 2023 se situaba en el 41,7%. Sin embargo, el primer semestre del gobierno libertario, marcado por un fuerte ajuste, la famosa “motosierra” y una devaluación, vio un incremento alarmante en la pobreza, que llegó al 52,9%.
Las palabras de Milei, cargadas de agresividad y controversia, no solo buscan establecer un relato sobre la historia reciente de Argentina, sino que también reflejan la tensión política que marca su gestión. En un momento en que el país enfrenta serios desafíos económicos y sociales, el enfoque en la figura de Alfonsín puede ser visto como una estrategia para desviar la atención de las críticas a su propio gobierno. El tiempo dirá si esta táctica rinde frutos o si, por el contrario, profundiza la crisis de confianza en su administración.